Eres una maquinita en la feria en la que es imposible ganar, que va dando como recompensa con cada peso recuerdos de a poquito, fragmentos de viajes a la Ciudad de México, de pasar por la tortería de la esquina, memorias de los desayunos en el mercado de la Merced, de recorrer cuarto por cuarto y metro por metro la casa de mis abuelos, de saber que mi hermana pedía cualquier cosa en el súper y se la compraban, de pensar que los tiempos pasados fueron mejores cuando no se puede saber. Eres como un oso fatigoso que tras un largo día de verano solo quiere sobarse los pies, tirado en su cueva, y frente a la cual pasan unos desorientados viajeros, cansados de buscar rumbo pero dispuestos a no desanimarse frente a la adversidad, sin saber que detrás un oso los puede comer. Eres, sin embargo, ese oso y el día que decide no actuar respecto a eso, no atacar a los viajeros aunque no tengan nada que hacer ahí, y verse recompensado cuando los viajeros invocan la flor roja y comienzan a ...