Eres una maquinita en la feria en la que es imposible ganar, que va dando como recompensa con cada peso recuerdos de a poquito, fragmentos de viajes a la Ciudad de México, de pasar por la tortería de la esquina, memorias de los desayunos en el mercado de la Merced, de recorrer cuarto por cuarto y metro por metro la casa de mis abuelos, de saber que mi hermana pedía cualquier cosa en el súper y se la compraban, de pensar que los tiempos pasados fueron mejores cuando no se puede saber.
Eres como un oso fatigoso que tras un largo día de verano solo quiere sobarse los pies, tirado en su cueva, y frente a la cual pasan unos desorientados viajeros, cansados de buscar rumbo pero dispuestos a no desanimarse frente a la adversidad, sin saber que detrás un oso los puede comer. Eres, sin embargo, ese oso y el día que decide no actuar respecto a eso, no atacar a los viajeros aunque no tengan nada que hacer ahí, y verse recompensado cuando los viajeros invocan la flor roja y comienzan a contar historias que han escuchado donde hay edificios y cables. Cuentan la historia de aquel muchacho que sentado sin mucho que hacer más que desayunar, ve retirarse a un tipo, olvidando un bolso. Este primero, toma el bolso con disimulo y lo acerca a su mesa como si fuera propio, pero cuando lo abre no puede evitar la sorpresa al encontrarse con cantidad de dinero. El tipo se lleva el bolso a casa y cuando cuenta el dinero no puede evitar la de problemas que le solucionaría, pero tampoco sale de su cabeza una vocecita que viene de sus padres recordándole su honradez. Regresa entonces al bar y como sin querer termina preguntando por alguna extraña situación. Su suerte lo lleva a regresar el dinero al tipo canoso y mal encarado, dueño del bolso. Éste le deja un par de billetes antes de partir y le dice que son ahorros fuera del matrimonio, que ha hecho el tipo por si se separa de su esposa pronto. Qué hijo de puta, piensa el oso que escucha desde dentro.
Eres un obrero cuyo salario alcanza para sobrevivir y hacer vivir a los hijos, siempre malagradecidos en estas situaciones, en un lugar lejano y que parece próspero aunque luego suela ser una mentira. Un obrero que no putea en el trabajo, salvo cuando hace demasiado frío, que no se queja de todas las otras tareas que debe hacer salvo cuando se siente demasiado solo y tiene que platicarle algo a alguien, porque los otros en la construcción son unos tarados, que pueden tener historias parecidas pero creen que es de jotos hablar de ellas. Eres un obrero que acalla sus inquietudes mentales porque el trabajo no deja para eso, y no quiso más aprender de historias, de música, de baile ni de nada.
Eres una silueta que se dibuja en la oscuridad, que por momentos surge y se ve claramente pero en otros permanece oculta, como descansando de la escena. Eres un haz de luz que entra por la pequeña ventana del cuarto que casi llega al techo, y que ilumina con prontitud al despuntar la mañana, los rincones de la habitación en la que ya no se puede más descansar. Eres un dejo de polvo sobre los muebles y las repisas, ligero pero notable, evidencia de que no puede abordarse la travesía de un mar en unos pocos días, y ahora la tormenta está por alcanzarte. Eres la fatiga de un día bien empleado, reído, comido, trabajado, y ahora dormido. Eres el origen de todas las cosas que existen sobre la faz de este universo y cualquier otro imaginable, porque vamos a partir del hecho de que las cosas solo existen porque yo existo, y algo causó todo esta génesis, y entonces algo eres.
![]() |
| Photo by Kevin Clark on Unsplash |

Comentarios
Publicar un comentario