Sonó el despertador a la hora justa en la que si salgo de la cama y me meto a la regadera, llego perfecto a la clase. La cosa es que no pasó ni una ni la otra. No fui a mi primera clase, porque hora y media de sueño más bien lo valía. Llegué tarde a la segunda, como a casi todas las clases del semestre y... laguna mental aquí. No sé que pasó, pero un segundo después estaba llegando (tarde) a la clase de teatro. Todos en silencio, con una sola hoja en frente: por primera vez en la vida estaba frente a un examen sorpresa. Para mi suerte, tuve el atino de leerme la obra de teatro de la que trataba la noche anterior, cayéndome de sueño pero haciendo por fin algo bien. Laguna aquí también... Mensaje de Aitana: "Donde andas?" Le mandé una foto, "voy saliendo de clase", "te veo en Ágora". Me empezó a latir dos que tres más rápido el corazón, quién sabe por qué chinches. Así que la vi de espaldas, la reconocí más o menos por la silueta y me arriesgué: me senté en la silla de a lado, pretendiendo normalidad. Hablamos de cualquier cosa diez segundos, luego nos levantamos, y hablamos de cualquier otra cosa: profesores, clases, lo fugaz del semestre. Luego llegamos a la entrada y finalmente a mi casa. El gancho aquí fue lasaña, y es que cómo resistirse. Llegamos y el vino en el refrigerador, pero qué clase de burguesía era tomar vino y entonces al carajo, no lo abrí. Serví la lasaña y ahora sí: no me creía que yo la hubiera hecho. Es decir, no de pi a pa, pero una parte. Me invitó a Cancún en las vacaciones. Caray, que delicia. Hablamos de pedas, antros, Uber Eats, cualquier cosa. Terminamos de comer y la dejé en la sala, en lo que subía a lavarme los dientes. Cuando bajé la encontré frente a su teléfono, y cuando despegó la vista de la pantalla me preguntó si me había cambiado la ropa. Pero la veía sonreír de tanto en tanto, no sé por qué. Creo saber por qué. Creo que me gusta saber por qué. Pero igual y me lo estoy inventando. Laguna mental aquí. Un segundo después estoy pidiéndole a Diana si me presta su coche. Carajo, me dijo que sí. Ajusto los espejos, conecto el auxiliar (porque viajar sin música es como viajar sin combustible) y salgo de reversa. Manejo a cincuenta por el periférico, pero me aburro y le piso hasta ochenta. Doy vuelta en U donde no debía pero a la mierda, no había patrullas por ahí. Cinco minutos de congestionamiento, y ya son las siete con cinco, debí llegar a la presentación de ballet hace cinco, de pronto el cinco se repite demasiadas veces, el álbum que escucho es el quinto, de un artista nacido el día cinco en el estado número cinco de la república. Carajo, el mundo se va a acabar. Entonces piso aún más el acelerador y ahora sí rebaso hasta a una patrulla. Tengo tanta prisa por llegar que incluso cuando Ms. Google me dice que mi destino está a la derecha casi me paso. Regreso en reversa, estaciono el auto y atravieso el campus de una escuela que no conozco, todo sea por Marisol. Llego y todavía hay luz, me pongo cómodo y espero. Todo pasa muy rápido entre que tomo fotos y entre que bailan, y por fin en el receso de cinco (¡otra vez!) la veo bajo el escenario, platicamos un poco y me despido. Cuando voy a pagar el boleto de estacionamiento me encuentro con una exposición de fotos y me fijo sobre toda en uno: un pug, magnífico, primer plano, perfectamente captado. Y lo recapto. Laguna mental aquí. Manejo el coche de Chris porque está muy pedo para hacerlo. Lo dejamos frente a Containers y regresamos a la casa. Dice que no nos preocupemos, que él hoy no regresa porque va a cazar. Laguna aquí. Por fin leo el mensaje de Andrea, que dice que haga cosas extraordinarias en la semana para contárselas. Aquí están. No son extraordinarias. Solo las quería contar.
Toda el día pensando en esa palabra, y para colmo es un palabra que no existe. Orsái. La inventó Hernán Casciari, un escritor argentino tremendo que además tiene los mejores cuentos leídos de la vida en Spotify. Orsái. Lo que se dice en el fútbol cuando un jugador está más adelante del último defensa… espera, no es todo de fútbol, solo lo estoy explicando. Bueno, cuando un jugador está fuera de lugar, o en offside. Orsái. Ojalá fuera así de fácil inventar palabras nuevas. Ojalá no hubiera tanto papeleo para hacerlo, ojalá no se tuviera que repetir una y otra vez una palabra para que la gente la empiece a usar y para que la Real Academia la termine de aprobar. Parece que solo cuando las cosas vienen de órdenes de arriba son válidas. Cuántas veces uno no se pregunta si tal o tal está bien dicho. Qué importa si está bien dicho, lo que importa es que se dice algo. Cuánta burocracia para las cosas. Orsái. Porque fuera de lugar no puedes jugar. Fuera de lugar ves las cosas diferente. Veo...

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