Abro la ventana para respirar aire fresco un momento. Un momento, olvidé donde estaba: esto es la Ciudad de México, esto no es aire fresco. Entra más bien el barullo de la ciudad, un ronroneo constante de coches, el crujir de balatas, el estruendo de los claxons, y una combinación de sonidos que no sé identifcar. No llevo mucho tiempo aquí, ayer fue más bien mi primera noche viajando solo. Entonces me asomo y pongo atención. Veo los departamentos de a lado: están vacíos. Pagar tanto dinero por una renta y estar muy poco tiempo en casa. Comprar la tele, y los muebles, y limpiar las ventanas. Y no verla, y no usarlos, y no mirar a través de ella. Las vialidades a los lejos están mañana, tarde y noche asediadas por motores que no se detienen un momento, que van unos más rápido y otros lento, pero no, no se detienen jamás. ¿Sabrán a dónde van? Y luego está toda esta gente (o estamos, si ya puedo ser parte) que prefiere evitar el tráfico en cuatro ruedas y va por metro. Bendito metro. Me ...