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Entradas

Mostrando las entradas de abril, 2018

Amores, transbordos y otros cuentos de la Ciudad.

Abro la ventana para respirar aire fresco un momento. Un momento, olvidé donde estaba: esto es la Ciudad de México, esto no es aire fresco. Entra más bien el barullo de la ciudad, un ronroneo constante de coches, el crujir de balatas, el estruendo de los claxons, y una combinación de sonidos que no sé identifcar. No llevo mucho tiempo aquí, ayer fue más bien mi primera noche viajando solo. Entonces me asomo y pongo atención. Veo los departamentos de a lado: están vacíos. Pagar tanto dinero por una renta y estar muy poco tiempo en casa. Comprar la tele, y los muebles, y limpiar las ventanas. Y no verla, y no usarlos, y no mirar a través de ella. Las vialidades a los lejos están mañana, tarde y noche asediadas por motores que no se detienen un momento, que van unos más rápido y otros lento, pero no, no se detienen jamás. ¿Sabrán a dónde van? Y luego está toda esta gente (o estamos, si ya puedo ser parte) que prefiere evitar el tráfico en cuatro ruedas y va por metro. Bendito metro. Me ...

Desde el alféizar de tu ventana

   Despiertas por la mañana, pero aún no sale el sol ni ha sonado la alarma. Ha pasado otras veces, no parece importante. Te enderezas sobre la cama y te apoyas con los brazos. Te sobresaltas al mirar tu reflejo, dibujado exactamente en el espejo. Estás despeinada, la pijama deja ver un palmo de tu escote, y estás en ese momento entre volver a dormir, lo cual es fácil, o levantarte y comenzar. Te recuestas, cierras los ojos un momento, y luego te odias por ser responsable (e indecisa) y lanzas las cobijas hacia abajo. Saltas de la cama, que te queda grande. Es increíble vivir sola, lo dices muy seguido.    Vas hasta la regadera y abres la llave. Dejas siempre que se tire el agua hasta que salga caliente, como si no existiera otra forma, como si te quisieras llevar el mundo al carajo junto contigo. El agua empieza a salir tibia. Tú estás en calzoncillos, todavía, revisando los comentarios de ayer. Este te interesa, este no, este otro que se joda. Sale agua calient...

Rejas Estropeadas

     Nos encontramos siempre con las puertas cerradas. Vivíamos en un departamento rentado, con una sola puerta al frente, horrible, roída por lo bajo. Mi madre tuvo que trabajar desde muy chica, las puertas siempre abiertas de la escuela no le serían una opción. Y luego conoció a mi padre, quien, como un montón de padres, se fue. Qué jodido. Nos dejó cuando éramos pequeños. Y adivinen qué tuvo que hacer mi mamá: trabajar día tras día, mes tras mes, para sacarnos adelante. A mi hermano le importaba más que a mí, siempre buscó formas de ganar dinero sin estar desperdiciando la vida tras escritorios, máquinas o mostradores. Conseguía cosas en la ciudad y las vendía. Ya tenía hasta esos horribles mantras de vendedores: vende y nunca serás pobre, cosas así. Yo no le decía nada, porque a mí no me gustaba trabajar. Le conseguía clientes de vez en cuando, lo ayudaba con las entregas, no más. Y él se callaba, porque era dos años menor, pero nunca estuvo de acuerdo. Yo preferí...