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3. Estábamos cansados

Estábamos cansados. Yo del día, ella de mí. Estábamos acostados con la luz apagada y sin poder dormir. Lo intentamos, pero no estaba funcionando. Ella tenía todavía los ojos abiertos. Nos separaban unos centímetros pero no había por qué engañarnos, había mucha más distancia entre nosotros. Tenía miedo de buscar su mano debajo de las sábanas, tenía miedo de que la quitara, no me iba a arriesgar. No porque temiera una pelea o porque fueran a empeorar las cosas, simplemente porque ya tampoco valía la pena intentarlo.
La luz entraba tenue por un resquicio de entre la ventana y la cortina. Iluminaba apenas el otro extremo de la habitación. Me hubiera gustado levantarme e irme. Levantarme y tener a dónde ir. Pero creo que había puesto demasiado de mí en ese lugar; demasiado dinero, que no era tanto, demasiado tiempo, demasiado cuidado en las cosas. Siempre pensé de joven que cuando me enfrentara a estas situaciones nada sería tan fácil como levantarme y salir. Pero no fue así; no en ese momento y no en otros. No cuando quise dejar la carrera, no porque no me gustara sino simplemente para probarme que nada era más fuerte que lo que decía mi intuición. Pero esa intuición se fue callando poco a poco con el tiempo, porque no me salí de la universidad, y tampoco hice algo diferente a buscar un trabajo, y tampoco publiqué un libro, y tampoco me casé joven, y tampoco le compré una casa a mis papás. A mi mamá. Quise tanto, pero hice tan poco por todo ello. Se me escaparon los días, los meses y los años de las manos, se me fueron como se va ahora el agua por el lavabo, y ahora que cierro la llave, solo puedo mirar arriba y verme la cara en el espejo. Alguna vez leí de alguien que decía que había algo de raro en los espejos, de poder vernos, de que existiera otro universo de aquel lado, pero yo no pensé eso. Yo solo pensaba que debí haberme rasurado hace unos días, que aunque nadie me lo dijera en la televisora, se veía raro. Pero bueno, igual no soy conductor sino jefe de contenido. Qué daría ahora por haberme esforzado por ser conductor, todo parece más fácil, o quizá no es tan bueno como parece.
Regreso a la cama con la cabeza más despejada. Ella se volteó, y aún no estoy seguro de que esté dormida. De pronto pienso en qué hizo ella durante el día. Y no sé. Es decir, sí, fue a trabajar, ella tampoco emprendió cuando era más fácil, ella también deja para después las cosas. En algo nos parecemos. Pero no sé que hizo durante el día. Ya no hablamos más. Nos decimos cosas de vez en cuando, cosas que tienen que ver con los pagos, con quién dijo qué sobre qué cosa, cosas que no importan. Ya no hablamos más. Ella es la que salió de una depresión hace meses pero soy yo el que no le encuentra el sentido a nada desde más tiempo del que puedo recordar. Y cada vez que me pongo a pensar el tema me topo con más pared. Mejor no pienso, pero escribo. Y de pronto hago las dos cosas al mismo tiempo. Y de pronto se voltea.
Se voltea y me habla. Luego le hablo yo, luego habla ella. La conversación sube de tono, ella se molesta y se levanta de la cama para molestarse mejor. Yo me quedo ahí, trato de que sea razonable pero nunca lo es. De pronto no puedo dejar de pensar en que quizá soy machista y la trato de una forma por eso. Luego pienso que al carajo, que no es así, que el tema está de moda pero que los problemas que tenemos van mucho más de eso. Empieza a gritar y yo no quiero que los vecinos se enteren pero tampoco que se despierten. No quiero molestar a nadie. Empieza a gritar y le digo que se calle, y eso la molesta más.
Ya sé qué pasa a partir de aquí. Seguimos peleando, pero no lleva a nada; nos despertamos por la mañana y nos reconciliamos por un rato, nos deseamos buen día y nos vamos. Pero no. La detengo.
- Vete.
Ella no pone atención y sigue con su monólogo.
-Vete. - Digo ahora con más fuerza, y no puedo decirlo más en serio.
-¿Qué te pasa? ¿Ahora me quieres correr de mi casa?
-Tiene medio año que ya no pagas la renta, ya no es tu casa.
-Y eso qué, te dije que quería pagar mi coche y que si hacías eso por mí, ¿o ahora de eso también te vas a echar para atrás?
-No me importa. Vete. Agarra tus cosas y vete.
-No me voy a ir, si quieres vete tú. - Dice mientras se sienta en la cama de espaldas a mí.
En otro caso me ablandaría. Otro día la abrazaría, otro día sería otro día. Pero hoy solo puedo pensar en lo mucho que se parece esta historia de desamor a tantas otras, en lo que le voy a contar a quien me pregunte por ti, a quien no le mienta claro. Va a ser la basura de siempre. El amor debería ser algo inmenso y luego termina en los mismos lugares para todos. Ojalá el amor nos transformara, ojalá el amor sí fuera magia. Pero al final es otra llanura en los caminos de la vida, no una montaña que escalar, no un campo de flores: una llanura más.
-Vete. Ya no estoy bien contigo.
Debería escuchar lo que me dice pero solo me pasa por la cabeza que quiero que se vaya al carajo. Me levanto, voy hasta una esquina y le aviento su mochila a la cama.
-Llévate lo que quieras pero vete.
No sé qué está pensando. Yo estoy pensando que hay muchísimas cosas suyas en esta casa, que en realidad sí es su casa, que no debería hacer esto, que quizá es violencia. Pero que se joda. Estoy pensando en que quiero que se vaya, y quiero que por una vez en la vida se haga lo que quiero. Ella se levanta y parece que entendió, no sé qué pero entendió. Se levanta y se queda ahí viéndome. Siento su odio, las palabras que no dice, siento que quisiera agarrar todo lo que está en el mueble y lanzármelo a la cara. Pero no creo que lo haga.
No sé si lo hará.
Empieza a meter sus cosas en dos maletas además de la mochila. Guarda ropa aunque no toda, guarda cosas, no sé si piensa que va a regresar, se lleva cosas a medias, deja los libros que le gustan, se lleva la computadora, deja muchos de sus zapatos, se lleva algo de ropa, no sé qué piensa que va a pasar.
Termina por fin, baja las escaleras y bajo tras ella. Abre la puerta, abre la cajuela de su coche, me grita cosas que no me importan y se sube. Pero no arranca. Ella no arranca.
Es más de media noche, no sé a dónde piense ir, no me importa en realidad. Dudo que no se le ocurra alguien con quien quedarse. De pronto me doy cuenta por qué no se ha ido. Está buscando música para el camino. Qué cabrona. Baja los vidrios y se escucha alguna canción alegre de rock indie alternativo o esas porquerías que escucha. Por fin arranca y cruza el fraccionamiento, abre el portón que da a la calle y cuando termina de abrirse, acelera y desaparece.

No puedo pensar. No sé si voy a estar en paz, si me voy a poner triste, si esto es bueno, no sé qué voy a hacer con sus cosas. No sé si voy a llamarla, si la voy a buscar, si la voy a borrar de todos lados. No sé qué voy a decir si me preguntan por ella. No sé si a la distancia la voy a extrañar, no sé si voy a extrañar realidad o recuerdos. No sé qué va a pasar. Solo sé que se fue, que se fue porque yo quería.

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