Me pregunto si seguirá ahí. Si a pesar de todo fue más la curiosidad que la llevó a encontrar el local en principio, la necesidad que la hizo quedarse por de lo que esperaba, la rutina que lo volvió todo fácil y el sol afuera que decía que era mejor no salir. Ella quería escribir, pero la gente ya no lee. Se olvidó de eso con facilidad, como se descarta la idea de ser bombero o la de cualquier otra cosa de esas que cuando uno crece se da cuenta que son una ilusión. Me pregunto si ya habrá encontrado eso que hay en el pasar de los días que vuelve todo tan normal, todo tan certero, todo tan fácil. Uno cree que nunca va a tener que pasar por esas cosas, por esas y por otras tantas cosas, y que sin embargo, de pronto pasan y no hay más. Uno está ahí por horas y todo lo demás va a menos. Me pregunto si se pregunta de qué se trata todo esto, y también si ha encontrado alguna respuesta. Lo que no me atreví a preguntarle fue el nombre. Vi su rostro, como tantos rostros, como tan pocos rostros que uno ve y quiere siempre ver. Vi su rostro y escuché su voz, una voz que no me decía nada más que algunas palabras que otro también hubiera escuchado después de algunas preguntas. Vi su rostro y escuché su voz y miré sus ojos y ellos también me miraron un momento. La primera vez me retiré enseguida, la segunda fui y me quedé callado, la tercera estuve pero disimulé. Perdí muchos rostros y muchas voces y muchas miradas y muchas preguntas. El tiempo trae silencios, está hecho de ellos, y del calor de la tarde, y de lo lejos de las ciudades, y de la atención de la gente que ya no pone atención a nada. Yo por eso me esfuerzo por seguir mirando, por no olvidar, por llegar a casa y recordar todavía. Me esfuerzo y no siempre lo logro. A veces me pierdo también entre luces y rectángulos y sonidos y demás. Qué más quisiera perderme en rostros y voces y ojos, pero de verdad, no esos que miras pero no te miran. La queja es la de siempre, la solución también: mirar por la ventana. Caminar la acera. Alejarse del ruido o acercarse a él como se acerca la multitud.
Me pregunto si seguirá ahí mañana. Mañana que tenga tiempo y pase, mañana que no se me haga tarde, porque hoy es tarde. Hay sol afuera pero es tarde. Me pregunto si seguirá ahí mañana, si nos veremos, si le hablaré, si hablaremos. Me pregunto donde están los límites de la cobardía. Creo que están donde comienza la noche, donde empiezan las respuestas que no vienen de ningún lado pero lo dejan a uno todo apaciguado. Creo que están en la noche, los límites, porque uno duerme se le olvida, uno duerme y hasta las luces de la calle se apagan.
Me pregunto si seguiré aquí mañana.
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